lunes, 1 de junio de 2015

Lo fugaz

Duele, como una aguja clavada en el dedo, este pasar del tiempo, tan callando, como escribiera Manrique. Cada vez es más frecuente que piense que me queda de vida una decena de años. Y siento un dolor agudo, una honda pena. Acaso sentimientos encontrados, no pocas veces. Es como decir:  ¡para lo que es la vida! Y, por otro lado, ¿tan poco queda ya?
    No digo todo esto a humo de pajas, sino por cuanto sigo la media de mis genes y mi degeneración particular, amenazante, invencible. Sabes que tienes los días contados, lo intuyes, no hace falta una pose ni un augurio funesto: es.
    Resulta duro, agreste, antinatural y morboso escribir sobre tu propio fin, tu silencio. Llegará un día en que tus facultades se verán mermadas o incluso anuladas.Te será difícil o imposible dar la luz, o apagarla, abrir una puerta o bajarte con celeridad y tino los pantalones. ¡Qué patética imagen! Un hombre envuelto en sus propias heces y en sus mismos orines. La degradación. La esquilmación. Todo aterrado, cosificado, infantilizado, vuelto a su origen de impotencia y dependencia.
    Con un agravante, empero, ahora ya no habrá una madre. Una madre joven que te ha parido, te acaba de dar a luz,  y te cuida con el amor materno;  materno, sí, el más alto que el ser humano puede dar y alcanzar.
    Me faltan fuerzas para seguir. Se me anegan los ojos. No veo las palabras, las letras, nada, no ...

3 comentarios: