martes, 23 de junio de 2015

QUE PASA ENTRE LOS DÍAS (Quinteto de haikus)

Como una sombra que pasa entre los días; así mi vida. Esta fragancia suma de las glicinas me mata el alma. Cuando atardece, ese grana se apaga sobre la charca. Este aire fresco, bajo la sombra densa, sabe a verano. En los altares del aire, los efluvios de la lavanda. © pedrocrespo, Madrid, miércoles, madrugada de San Juan de MMXV

miércoles, 17 de junio de 2015

Casi un cuento

Dicen que una vez hubo un escritor,o, por mejor decir, un poeta, dedicado a la temática amorosa o erótica. Dicen que no había publicado nada, lo que en términos literarios significa no ser literato. Y dicen, asimismo, que era su mayor ilusión alcanzar, antes de morir, la breve y mínima gloria de ascender al miniolimpo de las letras hispanas: ocupar una línea en la bibliografía oficial. Dicen todo esto, empero no se sabe a ciencia cierta si es o no falso.
   Dicen que había perdido, a su vez, toda esperanza de publicar.  La autoedición la desechó, de entrada,  al conocer que tal industria carecía de distribución y ello acarreaba andar como puta por rastrojo : de la seca a la meca en busca de librerías donde colocar su material, como quien vende patatas o jabón de sosa cáustica y tocino añejo, en lugar del refinado  Jabón Lagarto, con su nombre propio, conocido y reconocido. Optó, pues, por la edición al uso: al amparo de una editorial humilde, de provincias o de escaso presupuesto. El caso, según puede inferirse, era ver su obra en la calle, lo mismo que quien da a luz una criatura humana.
   Resultó, ya en el colmo, o por suerte, o por desgracia, que esto no acaba de quedar claro, que un día el autor  --un soñador de tres al cuarto--,   entró en Google ( ignoro como se denomina esta acción, en puridad;  pero sí sé que tiene un nombre: un anglicismo, para ser exacto ) y descubrió que uno de sus poemas aparecía en una antología de poesía erótica actual ( 2002-2012 ). Compilación que editaban y clasificaban dos profesores y estudiosos universitarios. Y en cuyo Prólogo hacían hincapié en la publicación de otras y esta obra, como muestra del " buen quehacer de  poetas como X, R y Z, entre otros." Y se agradecía al profesor de cierta universidad por facilitarle dichos borradores en ciclostil.  Hemos de agregar ...  ( continuará ).

jueves, 11 de junio de 2015

OCASO

... Y el sol declina.
 Un día y otro día,
toda una vida.

   Así la vida humana, como un sol que declina, como un sol que se va apagando, lo mismo que un sol que dice adiós con su pañuelo de colores encendidos, nacarados, cobrizos, rubicundos.

    Con una sola diferencia: el sol y su caída es cíclica, un mero como si, una apariencia, aunque venga la noche a subrayarlo; en tanto,  el declinar del hombre es definitivo, irrevocable, eterno. De pronto, te hallas en ese punto ingrávido de los sesenta años, como es mi caso, y sientes que el camino por recorrer es breve, que se alcanza a vislumbrar a simple vista, ahí, tras las montañas azulencas y aledañas. Casi lo tocas con los dedos de la mano, si quisieras. Porque, ¿ qué son diez, doce años ? ¿Alguien lo sabe?

   Ya vas perdiendo ilusiones, has dejado atrás no pocas y ni siquiera crees en ti ni en tus posibilidades; te conoces bien. Tampoco tienes fe ciega en la Voltaria, caprichosa y voluble, conforme a su condición. Te acuerdas de tu libro sobre el folklore sayagués, casi un año ya desde que lo diste a una editorial y sigues separando. ¡Y eso que te fueron favorables los designios oscuros y misteriosos y lo mantienen en la lista de publicables! Pero ¿cuándo, cómo, con quién? Ni siquiera podrás atisbar su lugar en el mundo: si llamó la atención o fracasó o, en fin, si pasó sin pena ni gloria, como los mediocres.

   De tus hijos mismos, los carnales, poco sabrás igualmente. ¿Qué les depara la vida, su mudanza, su arbitrio? Y cuánta tristeza te embarga al pensar en ellos. Los ojos se humedecen. Corren, mejilla abajo, unas lágrimas de pena, de tristeza, de congoja. Yo, padre ultrapotrector, ya no estaré aquí para ayudarlos, para abroncarlos, para animarlos en días aciagos. Es lo que tiene declinar.

   Declina el hombre con gran incertidumbre, sin sostén, sin amparo y sin fe.

   Declina el hombre, declino yo, que de mí hablo aquí, con el gran pesar de no haber cumplido en esta vida con sus posibilidades, de no haber ofrecido más, de haber malgastado el tiempo y sus tributos, de haber sido un derrochón y no invertir sus talentos según fueron ofrecidos.

   Declina el hombre amortajado en su derrota.

lunes, 1 de junio de 2015

Lo fugaz

Duele, como una aguja clavada en el dedo, este pasar del tiempo, tan callando, como escribiera Manrique. Cada vez es más frecuente que piense que me queda de vida una decena de años. Y siento un dolor agudo, una honda pena. Acaso sentimientos encontrados, no pocas veces. Es como decir:  ¡para lo que es la vida! Y, por otro lado, ¿tan poco queda ya?
    No digo todo esto a humo de pajas, sino por cuanto sigo la media de mis genes y mi degeneración particular, amenazante, invencible. Sabes que tienes los días contados, lo intuyes, no hace falta una pose ni un augurio funesto: es.
    Resulta duro, agreste, antinatural y morboso escribir sobre tu propio fin, tu silencio. Llegará un día en que tus facultades se verán mermadas o incluso anuladas.Te será difícil o imposible dar la luz, o apagarla, abrir una puerta o bajarte con celeridad y tino los pantalones. ¡Qué patética imagen! Un hombre envuelto en sus propias heces y en sus mismos orines. La degradación. La esquilmación. Todo aterrado, cosificado, infantilizado, vuelto a su origen de impotencia y dependencia.
    Con un agravante, empero, ahora ya no habrá una madre. Una madre joven que te ha parido, te acaba de dar a luz,  y te cuida con el amor materno;  materno, sí, el más alto que el ser humano puede dar y alcanzar.
    Me faltan fuerzas para seguir. Se me anegan los ojos. No veo las palabras, las letras, nada, no ...

lunes, 18 de mayo de 2015

ENSALADILLA DE HAIKUS

     I

 Ya en primavera,
 las hormigas anuncian
 tiempo de estío.

      II

La flor de adelfa
 entre venenos crece.
 Noble es su suerte.

     III

Me llegan besos
 con los aires del Sur.
 ¿Quién me los manda?

     IV

Atardecer,
 contemplar tus designios.
 Tal es mi sino.


     V

Cántaro roto,
 nunca a llenar tu cuerpo
 llegará el agua.
















domingo, 17 de mayo de 2015

MAMÁ MONA

HACE UN PAR DE DÍAS, o así, viendo a una mujer con su niño en la cadera, pensé en los primates, en nuestros hermanos los monos, en una clase de zoología o antropología, todo agitado y descompuesto. Es natural que vengamos de los primates, de los hominoideos y estemos, desde aquellos polvos, en estos lodos. Del homo sapiens al homo ciber,me dije, y, no obstante, seguimos con las mismas mañas: a saber, portamos a la prole en la cadera, como transportamos los cántaros desde la fuente, como llevaban las ánforas o las cráteras en la antigua Grecia, pongamos por caso, hace cosa de dos milenios y medio de años. Lo mismo que una mona en el zoo o en la selva en nuestros días.
    Se dice cuanto figura arriba,  por cuanto una madre joven, como quedó señalado igualmente, con una criatura en la cadera diestra, aguarda su turno en la fila de una clínica, ante el mostrador de recepción de urgencias. En un momento inopinado, el bebé, como de unos diez u once meses, deja caer el chupete al suelo. Un suelo, fuerza es decirlo, si no sucio, en un sentido estricto, no muy limpio por el uso : zapatos y zapatillas que entran y salen, ruedas de sillas que dejan sus roderas roñosas, polvorientas.
      Y, en estas, la madre, la madre mona, en un abrir y cerrar de ojos, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, se agacha presurosa, toma el chupete, lo mete en su propia boca, lo succiona, le da dos, tres chupadas poderosas y lo introduce, sin ambages, en la boquita del niño, que paladea con fruición.
      Aquí es donde ve uno la primitiva conducta prístina de la primate. Muy mona ella, en su sentido lato; muy pija, incluso, muy fina y joven, como acomodada y burguesa, de cultura monjil y de pago. Y, sin embargo, ¡tan guarra ! Porque, vamos a ver, nos decimos, ¿no podría haber acudido a los lavabos, y dar lustre al chupete?  Ese recurso natural de protección maternal,  ¿lo da Providencia, la especie misma en su evolución, la educación, la imitación, un arranque de recurso propio?
      Basta un gesto para comprender una conducta. Un acto, para plasmar un mundo reflexivo. Todo consiste en permanecer alerta y sacar consecuencias.

madrid, domingo, 17  de mayo de MMXV

viernes, 15 de mayo de 2015

Los estragos del tiempo

QUE EL TIEMPO es fugaz, y pone a cada quien en su sitio, es bien conocido por todos. El tiempo es tema de no poca envergadura en la historia de la humanidad. Sobre el tiempo pivotan los que considero temas esenciales en el sentir del ser humano. Conviene a saber: amor, muerte y religión; si se quiere, en este ultimo término, trascendencia o no. Todo lo demás, motivos de medio pelo, auxilires de la tríada reflejada más arriba.   
      Del tiempo se ha dicho y escrito no poco: san Agustín, sin ir mas allá, fue de los primeros en cimentar  este edificio babélico y titánico. De esto hace ya un millar y medio de años. Se dice bien y pronto. Quevedo, entre otros, es poeta que no hace ascos a este tema sobresaliente y fundamental. Agunos versos endecasilabos suenan como guadañas en sus sonetos. ¿Habrá que recordarlos?
      Todo cuanto es, se me ocurre manifestar ahora, se siente sometido al inexorable paso del tiempo, a su acompasado y firme ritmo denso,  a sus suspiros y sus avisos. La roca que sufre, tan callando, la erosión de las inclemencias temporales, el mero sesgo de pasar de la luz a la tiniebla, de la noche al día, y sus cambios de temperatura, de dirección de los vientos, de soles y lluvias, hielos, nieves, terremotos y maremotos. La tierra lamida por el río, hozada por sus crecidas, arrasada, herida y en carne viva. La hoja que verdea y la que se marchita en octubre, ¿de quién es hija, si no del tiempo? Aquellas ruinas, este despojo, ¿qué mano las puso en tierra? ¡No ven, cómo campea el tiempo, cómo se enseñorea en todo, poniendo en la cima su bandera gris, quincallera, de baratija inútil ! Tal, el tiempo. Su airado paso, como de soslayo, y sin dar tres cuartos al pregonero.
      Y, después del reino mineral y vegetal, el animal.
 Uno tiene la costumbre, casi el vicio, de tomarse la vida como una novela abierta. De tal suerte que los demás, lejos de ser el infierno, al decir del sabio y feo Sartre, devienen personajes de la misma. Es una afición y una distracción como otra cualquiera. Vas por la calle y lees en la página de la mañana, la tarde o la noche, cuanto acaece a cada instante. Ora pasa o sube un señor con cara de pocos amigos, ora otro con semblante de estúpido impertinente, ora una mujer que quita el hipo y nubla los sentidos ( uno es zafio y vulgar, qué le vamos a hacer), y se queda mirando, anonadado casi, y creyendo en Dios y Natura, como nuestros antecesores medievales y renacentistas. Respira su perfume caro, embriagador, una pizca subido y como de mujer pública, como de taxi de postín. Todo es, o puede ser alquiladizo, como un segador de antaño o un cocinero hogaño. La vi subir hacia el centro muchos días. A veces tomaba un taxi y mostraba sus galas y donaires. Siempre pintada como una ventana de lujo. Faldas cortas o ceñidos pantalones, como si la cantidad estuviese reñida con sus gustos. Generoso el pecho y más aun el escote.
      El tiempo en sazón. Veinte abriles. Y luego ya, veintisiete o veintiocho septiembres. Tiempo y tiempo. Tiempo en su ser siendo. Arañazos, dentelladas cronológicas. Y, al cabo de un lustro o lustro y medio, el fragor del tiempo. Aquel cuerpo, que tantos ojos cautivaba y tantos deseos despertaba, ¿dónde está? ¿Qué han hecho con él, tanta píldora y manoseo tanto, cabalgadas sin bridas, a pelo, y con crines doradas y luengas? ¿No está en venta ya? ¿ A qué juega contigo el mundo?  O, por mejor decir, el tiempo.
      " Todo lo mudará la edad ligera", amonesta grave el endecasílabo clásico. Y a fe que cierto es, conforme observo en el personaje de mi novela existencial. Aquella que lucía tacón de aguja ayer y zapato caro, zapatilla doméstica lleva hoy en plena calle y a la luz del mediodía. Así lo hace el tiempo: tal es su gloria.  Los pechos caen, como serones cansados y muy en uso. Los cabellos, ayer blondos y süaves, greñas recogidas al arremanguillé son hoy. Y los muslos,que los tacones alargaban y torneaban, ensalzándolos, pistoleras son hogaño del duro oeste de tu cuerpo. Culibajo y culigordo tu trasero, además de muslijunto, bien es cierto. Y por si tal no fuera poco, en tu rostro afloran las arrugas de la edad, sus zarpazos fieros y aviesos, y un mohín en la boca que delata zafiedad, grosería mientras dialogas, muy encendida, con tu prima. De tu vientre y michelines, ¿cómo hablar aquí, sin que parezca que de ti hago burla y escarnio, dulce gitana ayer mismo,  y hoy ilustre fregona?
      No sólo el cuerpo, también el ánimo, aniquila el tiempo. Nada para quieto. Esa es su gloria : ese, su infierno.




miércoles, 13 de mayo de 2015

DE UNA (OTRA) NOTA DE DIARIO CURSI

HOY NO LA he visto.

     La vida sin ella se ve, se percibe en blanco y negro. Acaso en sepia. Es una sanguina.

     (Da gusto contigo, dietario, cursi y perezoso, que nunca pides cuentas de lo que escribo en tus lomos. ¿ Sabes tú acaso, si es verdad o falso, que la viera o no; que ande o no enamorado? ).


            pedrocrespo, madrid, 13 de mayo de MMXV