lunes, 18 de mayo de 2015

ENSALADILLA DE HAIKUS

     I

 Ya en primavera,
 las hormigas anuncian
 tiempo de estío.

      II

La flor de adelfa
 entre venenos crece.
 Noble es su suerte.

     III

Me llegan besos
 con los aires del Sur.
 ¿Quién me los manda?

     IV

Atardecer,
 contemplar tus designios.
 Tal es mi sino.


     V

Cántaro roto,
 nunca a llenar tu cuerpo
 llegará el agua.
















domingo, 17 de mayo de 2015

MAMÁ MONA

HACE UN PAR DE DÍAS, o así, viendo a una mujer con su niño en la cadera, pensé en los primates, en nuestros hermanos los monos, en una clase de zoología o antropología, todo agitado y descompuesto. Es natural que vengamos de los primates, de los hominoideos y estemos, desde aquellos polvos, en estos lodos. Del homo sapiens al homo ciber,me dije, y, no obstante, seguimos con las mismas mañas: a saber, portamos a la prole en la cadera, como transportamos los cántaros desde la fuente, como llevaban las ánforas o las cráteras en la antigua Grecia, pongamos por caso, hace cosa de dos milenios y medio de años. Lo mismo que una mona en el zoo o en la selva en nuestros días.
    Se dice cuanto figura arriba,  por cuanto una madre joven, como quedó señalado igualmente, con una criatura en la cadera diestra, aguarda su turno en la fila de una clínica, ante el mostrador de recepción de urgencias. En un momento inopinado, el bebé, como de unos diez u once meses, deja caer el chupete al suelo. Un suelo, fuerza es decirlo, si no sucio, en un sentido estricto, no muy limpio por el uso : zapatos y zapatillas que entran y salen, ruedas de sillas que dejan sus roderas roñosas, polvorientas.
      Y, en estas, la madre, la madre mona, en un abrir y cerrar de ojos, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, se agacha presurosa, toma el chupete, lo mete en su propia boca, lo succiona, le da dos, tres chupadas poderosas y lo introduce, sin ambages, en la boquita del niño, que paladea con fruición.
      Aquí es donde ve uno la primitiva conducta prístina de la primate. Muy mona ella, en su sentido lato; muy pija, incluso, muy fina y joven, como acomodada y burguesa, de cultura monjil y de pago. Y, sin embargo, ¡tan guarra ! Porque, vamos a ver, nos decimos, ¿no podría haber acudido a los lavabos, y dar lustre al chupete?  Ese recurso natural de protección maternal,  ¿lo da Providencia, la especie misma en su evolución, la educación, la imitación, un arranque de recurso propio?
      Basta un gesto para comprender una conducta. Un acto, para plasmar un mundo reflexivo. Todo consiste en permanecer alerta y sacar consecuencias.

madrid, domingo, 17  de mayo de MMXV

viernes, 15 de mayo de 2015

Los estragos del tiempo

QUE EL TIEMPO es fugaz, y pone a cada quien en su sitio, es bien conocido por todos. El tiempo es tema de no poca envergadura en la historia de la humanidad. Sobre el tiempo pivotan los que considero temas esenciales en el sentir del ser humano. Conviene a saber: amor, muerte y religión; si se quiere, en este ultimo término, trascendencia o no. Todo lo demás, motivos de medio pelo, auxilires de la tríada reflejada más arriba.   
      Del tiempo se ha dicho y escrito no poco: san Agustín, sin ir mas allá, fue de los primeros en cimentar  este edificio babélico y titánico. De esto hace ya un millar y medio de años. Se dice bien y pronto. Quevedo, entre otros, es poeta que no hace ascos a este tema sobresaliente y fundamental. Agunos versos endecasilabos suenan como guadañas en sus sonetos. ¿Habrá que recordarlos?
      Todo cuanto es, se me ocurre manifestar ahora, se siente sometido al inexorable paso del tiempo, a su acompasado y firme ritmo denso,  a sus suspiros y sus avisos. La roca que sufre, tan callando, la erosión de las inclemencias temporales, el mero sesgo de pasar de la luz a la tiniebla, de la noche al día, y sus cambios de temperatura, de dirección de los vientos, de soles y lluvias, hielos, nieves, terremotos y maremotos. La tierra lamida por el río, hozada por sus crecidas, arrasada, herida y en carne viva. La hoja que verdea y la que se marchita en octubre, ¿de quién es hija, si no del tiempo? Aquellas ruinas, este despojo, ¿qué mano las puso en tierra? ¡No ven, cómo campea el tiempo, cómo se enseñorea en todo, poniendo en la cima su bandera gris, quincallera, de baratija inútil ! Tal, el tiempo. Su airado paso, como de soslayo, y sin dar tres cuartos al pregonero.
      Y, después del reino mineral y vegetal, el animal.
 Uno tiene la costumbre, casi el vicio, de tomarse la vida como una novela abierta. De tal suerte que los demás, lejos de ser el infierno, al decir del sabio y feo Sartre, devienen personajes de la misma. Es una afición y una distracción como otra cualquiera. Vas por la calle y lees en la página de la mañana, la tarde o la noche, cuanto acaece a cada instante. Ora pasa o sube un señor con cara de pocos amigos, ora otro con semblante de estúpido impertinente, ora una mujer que quita el hipo y nubla los sentidos ( uno es zafio y vulgar, qué le vamos a hacer), y se queda mirando, anonadado casi, y creyendo en Dios y Natura, como nuestros antecesores medievales y renacentistas. Respira su perfume caro, embriagador, una pizca subido y como de mujer pública, como de taxi de postín. Todo es, o puede ser alquiladizo, como un segador de antaño o un cocinero hogaño. La vi subir hacia el centro muchos días. A veces tomaba un taxi y mostraba sus galas y donaires. Siempre pintada como una ventana de lujo. Faldas cortas o ceñidos pantalones, como si la cantidad estuviese reñida con sus gustos. Generoso el pecho y más aun el escote.
      El tiempo en sazón. Veinte abriles. Y luego ya, veintisiete o veintiocho septiembres. Tiempo y tiempo. Tiempo en su ser siendo. Arañazos, dentelladas cronológicas. Y, al cabo de un lustro o lustro y medio, el fragor del tiempo. Aquel cuerpo, que tantos ojos cautivaba y tantos deseos despertaba, ¿dónde está? ¿Qué han hecho con él, tanta píldora y manoseo tanto, cabalgadas sin bridas, a pelo, y con crines doradas y luengas? ¿No está en venta ya? ¿ A qué juega contigo el mundo?  O, por mejor decir, el tiempo.
      " Todo lo mudará la edad ligera", amonesta grave el endecasílabo clásico. Y a fe que cierto es, conforme observo en el personaje de mi novela existencial. Aquella que lucía tacón de aguja ayer y zapato caro, zapatilla doméstica lleva hoy en plena calle y a la luz del mediodía. Así lo hace el tiempo: tal es su gloria.  Los pechos caen, como serones cansados y muy en uso. Los cabellos, ayer blondos y süaves, greñas recogidas al arremanguillé son hoy. Y los muslos,que los tacones alargaban y torneaban, ensalzándolos, pistoleras son hogaño del duro oeste de tu cuerpo. Culibajo y culigordo tu trasero, además de muslijunto, bien es cierto. Y por si tal no fuera poco, en tu rostro afloran las arrugas de la edad, sus zarpazos fieros y aviesos, y un mohín en la boca que delata zafiedad, grosería mientras dialogas, muy encendida, con tu prima. De tu vientre y michelines, ¿cómo hablar aquí, sin que parezca que de ti hago burla y escarnio, dulce gitana ayer mismo,  y hoy ilustre fregona?
      No sólo el cuerpo, también el ánimo, aniquila el tiempo. Nada para quieto. Esa es su gloria : ese, su infierno.




miércoles, 13 de mayo de 2015

DE UNA (OTRA) NOTA DE DIARIO CURSI

HOY NO LA he visto.

     La vida sin ella se ve, se percibe en blanco y negro. Acaso en sepia. Es una sanguina.

     (Da gusto contigo, dietario, cursi y perezoso, que nunca pides cuentas de lo que escribo en tus lomos. ¿ Sabes tú acaso, si es verdad o falso, que la viera o no; que ande o no enamorado? ).


            pedrocrespo, madrid, 13 de mayo de MMXV